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Mostrando las entradas de abril, 2022

Sobre 'Finales para Aluna' (2013), de Selnich Vivas Hurtado

  TODA LECCIÓN MOLESTA Para Eliana, Maribel, Norwin   Si empezábamos este volumen de ensayos sobre algunos autores contemporáneos de literatura antioqueña con una disquisición en torno a lo canónico, un buen modo de cerrarlo es volviendo al tema. No será de modo fortuito que lo hagamos. Hace unos días, conversando con un aguzado y reconocido joven filólogo, el dictamen que aportó al diálogo sobre Selnich Vivas se me hizo aun más que valioso, y no sé si acertado, bien interesante. Dijo el amigo que Vivas, mi amigo y tutor, es la personalidad más original de la literatura colombiana. Seguidamente señaló que también la más polémica. La razón que adujo era de esperar. El modo en que Selnich combina el discurso de la teoría crítica con la visión indígena es, por un lado, motivo de extrañeza, y por otro, lleva a considerar una biblioteca tan suya que es solo suya, y que difunde de modo pertinaz.   Ese activismo de su postura heterodoxa no es lo de menos en él. Es

A propósito de José Libardo Porras. El paraíso es la vida

        EL PARAÍSO ES LA VIDA   Los siguientes párrafos aparecieron publicados en una de mis redes sociales a fines de 2019, pocos días luego de la muerte de José Libardo Porras, el gran escritor medellinense nacido en Támesis a fines de los años cincuenta y criado en las calles y rincones de Belén San Bernardo.   *   Una noche José Libardo Porras y yo nos encontramos por la calle Caracas, entre la Avenida Oriental y el Palo, en el costado norte, a mitad de cuadra, algunos meses después de que él me hubiera dejado de dar clases en el colegio San Ignacio de Loyola, justo en los días en que yo comenzaba a publicar en Kinetoscopio , y me dijo: “Vos sos un bendecido de los dioses”. En esos tiempos él comenzaba a fulgurar como uno de los valores literarios más eminentes de nuestra tierra. De camino a La Arteria, Jose ya iba tomado con unas amistades, y era la primera vez que yo lo veía en esas, más sonriente que nunca. Yo, en cambio, iba juiciosamente a casa, en el Parque Bolívar,